RELACIÓN SIMBÓLICA ENTRE LA CARTA XVI DEL TAROT Y LA INICIACIÓN MASÓNICA
- R:.L:. Lichkay n°28

- 9 jun 2019
- 4 Min. de lectura
Actualizado: 2 oct 2019

Oswald Whirt dice que esta carta hace alusión a las empresas quiméricas de las cuales no resulta sino ruina y decepción.
Cualquier mujer que quiera iniciarse en una Logia masónica debería saber que tendrá que dejar atrás a la sociedad humana con su tumulto y su desorden, las envidias, traiciones y tormentos engendrados por el egoísmo. Las personas sin doctrinas arraigadas son como las embarcaciones con que juegan los vientos arremolinados, hasta sepultarlas. La Masonería enseña a tener valor para sobreponerse al desfallecimiento y desarrolla las fuerzas necesarias para suprimir esos males.
El hombre que se ve en la carta es proyectado desde lo alto de una torre por el fuego del cielo. Si la persona solo está preocupada por triunfar en la vida, como la entiende un profano, que es poseyendo riquezas, títulos, reconocimientos sociales, y no se ocupa de crecer espiritualmente, de entender el objetivo verdadero de su existencia, de aumentar su patrimonio en valores y no en cosas materiales, puede darse mucho trabajo y solo recoger ruinas y decepción.
¿Cuál es la equivalencia de todo lo expuesto anteriormente con la carta?
Esta carta viene representada por una torre tocada con una corona que es alcanzada por un rayo, que le rompe la corona y de la que caen dos hombres. La torre ancha en su base nos indica que tenemos una base sólida. El hecho de que el rayo destruya solo la parte superior de la corona, representa la cabeza, el conocimiento y los valores, significa que debemos replantearnos nuestras ideas sobre el poder material y el éxito.
La iniciación supone una experiencia de tremendo impacto, inesperado y repentino que produce una agitación interna. Este es el objetivo, pretende llevarnos a replanteos profundos y vitales para descartar lo que ya no nos sirva y tomar solo aquello que va a sernos útil para nuestra existencia, produciéndose el cambio repentino.
Representa el final de lo viejo y el principio de lo nuevo. La Torre es la prisión que la persona se construye con las piedras de las creencias acumuladas en su vida profana. La Torre produce una falsa seguridad, es la cárcel que impide evolucionar, con la iniciación llegó la hora de su destrucción.
Las torres en la Edad Media representaban la escala intermedia entre la Tierra y el cielo. Se trata de un arcano que por ser un edificio tiene analogía de construcción. Tendríamos que analizar también que es una energía cósmica (rayo) la que tira abajo la torre que el ego ha construido. Si pensamos que esta torre puede tener que ver con la leyenda de la torre de Babel, es la analogía más remota que se conoce para representar el orgullo. Tiene que ver con la destrucción del ego y del poder mal utilizado. Hay que fijarse en que solo se destruye lo que ha subido demasiado pero que, por culpa de la soberbia, no se sustenta.
Desde un punto de vista psicológico puede suponer la ruptura de estructuras materiales y morales que ya no sirven por un evento superior, dejando tan solo los cimientos sobre los que hay que volver a construir.
La iniciación simula una crisis que debe provocar cambios drásticos. Detrás del derrumbe, la vida brillará gracias a una nueva Luz. El éxito de la experiencia dependerá de la forma en que respondamos a las crisis. Si reconocemos que la ruptura ocurrió porque era necesaria, encontraremos algo positivo en esa ruptura.
Hay personas que con orgullo y sentido de superioridad construyen una alta torre para, desafiando las alturas celestiales, desde allí observar el mundo y protegerse, dirigir las vidas de otros y controlarlo todo. Permanecen aisladas y pierden el contacto con su entorno. Metidas en sí mismas y en sus proyecciones, las personas identificadas por La Torre viven un autoengaño.
Para que recuperen el sentido de la realidad, se les presenta un desafío, un reto que desmonta sus defensas y las deja “en el aire”. Sobrevivir significa aquí reconocer la realidad tal cual es, cerrar un ciclo e iniciar el siguiente. De la persona depende saber reconocer la verdad, aprender de la experiencia y no seguir repitiendo las lecciones ya vividas. Superar La Torre, significa superar la caída, la ruptura. De lo contrario, los errores se repetirán una y otra vez. Nosotras mismas construimos torres en nuestro afán de mantener un orden aparente, una sensación de seguridad y logro.
La Masonería nos enseña que una vez “Vivida la fuerza destructiva de La Torre”, la calma sobrevendrá. Ante todo, busquemos el silencio, la simplicidad y no hagamos tantos juicios. Nos tenemos que preparar para una renovación, una nueva toma de conciencia que nos liberará de viejos patrones y así encontraremos conexión con nuestra conciencia superior.
Sería conveniente prevenir los “desastres” siendo previsoras y cultivando el sentido común además del sentido de transformación permanente. Viviendo la vida conscientemente, cumpliendo con integridad en los tratos, conscientes del aprendizaje y con la mente abierta a que todo puede cambiar.
Si no aprendemos a levantarnos y recomenzar luego de un descalabro significa que no hemos aprendido nada. La vida es dinámica, es un permanente cambio. Ello incluye, a veces, “empezar de cero”. Todo cambio produce crisis, angustia, incertidumbre y hasta terror. Pero con toda crisis se nos revelan salidas y oportunidades.
A veces necesitamos que algo nos sacuda fuerte para despertar y seguir adelante.
De las crisis surgen las oportunidades si somos capaces de abrirnos a una renovación necesaria, a un cambio radical, que puede sobrevenir de manera repentina. Tenemos que hacernos cargo de nuestro destino siendo responsables, practicando la humildad y enterrando la soberbia.
Maestra Asunción Galán



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